dopaminergico

Diversos estudios realizados en pacientes afectos de TCE han demostrado que las áreas hemisféricas frontales y temporales son las más propensas a resultar lesionadas. El lóbulo frontal y sus lesiones intervienen a través del sistema dopaminérgico en el control de la inquietud motora y neuropsíquica, controlando la acatisia, que es una de sus manifestaciones.

Por tal motivo los agonistas dopaminérgicos han sido utilizados como tratamiento de la agitación que sigue al TCE.

Se usan dos tipos de fármacos, uno de los cuales es un agonista parcial, la bromocriptina, mientras que el otro, la amantadina, es antagonista de los receptores presinápticos, con lo que indirectamente aumenta la concentración de dopamina en el SNC. La amantadina actúa, a través de su papel antagonista del N-metil-aspartato (neurotransmisor excitatorio), restaurando el equilibrio entre la vía dopaminérgica y glutaminérgica. Está demostrada la capacidad de la amantadina para mejorar las disfunciones del lóbulo frontal, disminuyendo la agitación, la fatiga, la distraibilidad, la rigidez y la bradicinesia, e incrementando los niveles de alerta, orientación, atención y concentración. En los TCE mejora la atención, la vigilia, la velocidad de acción psicomotriz, la movilidad, la vocalización, la ansiedad y la ataxia. Los efectos se ponen de manifiesto rápidamente en un período variable entre días y semanas después de iniciarse la terapia, oscilando las dosis necesarias para conseguir este beneficio entre 50 y 400 mg al día, generalmente en una sola toma. La dosificación se inicia con 50 mg como dosis de prueba, posteriormente se aumenta a 100 mg al día y se realizan incrementos de 100 mg semanales hasta alcanzar una dosis máxima de 400 mg al día. La elección de los agonistas dopaminérgicos estaría justificada en los casos con localización de la lesión a nivel del lóbulo frontal y en los que la acatisia y disfunción frontal protagonicen la clínica

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  • Última modificación: 2019/09/26 22:27
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